sábado, 4 de junio de 2011

Concurso: Relato 12~Por Suzette~

nombre: Suzette
país: México
nombre del relato: Ángeles en el Jardín

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Demente. Sí, quizá un poco extravagante si me comparan con algunos de mis compañeros, aunque no entiendo todo el alboroto por un estúpido tatuaje que ni siquiera yo me hice, es decir, desde que tengo memoria lo he tenido, y claro, como era de esperarse por parte de esas personitas de mente cerrada he sido criticada, apartada del gran, espectacular y fastuoso mundo de la popularidad.

Muchos se estarán volviendo locos preguntándose por qué diablos no soy popular si tengo un hermoso tatuaje alado sobre mi espalda, pues he aquí la explicación:

Los pasillos se encontraban repletos de uniformados, todo con el objetivo de generalizar a los alumnos y hacernos creer que todos éramos iguales mientras estuviéramos dentro de aquellas paredes, lo que es realmente desequilibrado para alguien con un poco de cerebro, pues aún dentro existían grupos selectos que poseían grandes beneficios a comparación de el resto –igualdad, si como no-.

Pues bien, aún no descubro la razón de todos los murmullos acerca de mí, de todo aquel siseo mientras caminaba por el pasillo a mi última clase del día. No les mentiré, pero tampoco diré que la sencillez es lo mío, simplemente creo que cada quien tiene algo que puede lucir y ¿Por qué no hacerlo? Vamos, todos en algún momento de nuestra bella y corta vida hemos querido alardear sobre cosas o aspectos de nuestro ser que nos parecen realmente espectaculares y que nos agradan por la misma razón que unas largas pestañas, porque casi nadie las posee.

Un lunes tedioso si me permiten decirlo, un lunes en el que no había pasado nada grandioso desde el torpe intento de un chico de secundaria por querer hacerse pasar por un chico preparatoriano durante el almuerzo, en fin, un día aburrido.

Al termino de la penosa clase de matemáticas, no tenía más planes que ir directo y sin escalas a mi casa, terminar algunos proyectos retrasados que tenía –no precisamente escolares- y dormir por horas hasta llegar la noche para observar el hermoso cielo nocturno moteado de pequeñas luces esparcidas despreocupadamente.

-¡Tessa!- sentí un leve escalofrío recorrer mi cuerpo, desde mi cabello hasta la punta de los pies, la espantosa voz de “Queeny” era una de las pocas cosas que me sacaba de quicio y no por su agudo tono que parece que estás escuchando la alarma de una ambulancia, no, me sacaba de mis casillas ella, la persona de la que venía aquel desagradable graznido -¿Necesitas ayuda?- tomé todo el asco que sentía y la miré con una encantadora sonrisa, deseando que me provocara para sacar todo ese vómito verbal que escondía y poder aplastarla como una patética araña –Con tu estupidez, que ya hasta parece te ha afectado el rostro- levante una ceja y pude ver como todos aquellos susurros habían terminado solo para observar la tonta pelea que se producía frente a sus ojos.

-Tú siempre tan amable, querida “Queeny”- dije acercándome más a ella y tomándola del hombro- pero creo que ya haz hecho suficiente caridad por hoy- la chica me miró confundida- ¡Mira tú cara! No, espera… -comenzaron a escucharse una que otra risilla, pero al parecer la mayoría no eran capaces de procesar tanta y tan “compleja” información –creo que la que necesita un poco de ayuda es otra, y no hablo precisamente de esta espantosa operación de nariz que te acabas de hacer, creo que deberías ir con otro cirujano- di media vuelta y comencé a caminar.

Fueron solo unos cuantos pasos y sentí como alguien tomo mi muñeca, algo dentro de mi garganta comenzó a moverse, casi como nauseas, el tipo de nauseas que sentía al estar cerca de mis compañeros, cerca de cualquier persona, pero que había aprendido a controlar.

Di media vuelta contorsionando mi mano intentando soltarme del agarre de aquel chico pero él seguía aferrándose a mi muñeca como si de ello dependiera su vida.

Lo vi a los ojos suplicándole que me soltara porque sabía que algo sucedería si no lo hacía.

Una luz blanca muy brillante apareció frente a mí, de pronto sentí una agonía tal que pensé moriría al instante.

El chico soltó mi mano un poco asustado, ¡Claro! Era él, Zagiel, ese estúpido ángel que violó la regla de jamás enamorarse de un mortal, el ángel por el que me enviaron y por el que había estado atada a este mundo durante cinco años, ¡Maldita sea! Estuvo frente a mí todo este tiempo.

Zagiel comenzó a correr, intenté seguirlo pero justo en ese momento volvió el dolor, giré un poco mi cabeza hasta lograr ver parte de mi espalda, la camisa y el suéter escolar comenzaron a romperse para dejar ver unas enormes alas negras, el uniforme desapareció hecho polvo mientras mi cuerpo era cubierto por un hermoso vestido negro y un dije en forma de gota.

Mis alas comenzaron a agitarse y se movieron rápidamente persiguiendo al otro ángel, que a su vez también había cambiado de aspecto y tomaba entre sus brazos a una chica, al “amor de su vida” –menuda estupidez-.

Logré tomarlo de su tobillo, Zagiel giró la cabeza y me miró con cara de pocos amigos. Sentí el frío suelo debajo de mí, ¿Qué diablos había pasado? Miré frente a mí y Zagiel tampoco lo podía creer, me levante y observe alrededor mío, todos los alumnos estaban pasmados pegados a los lados de los pasillos, incluso algunas chicas lloraban, todo estaba mal, habían visto algo de ningún mortal debía ver, no por el shock u otra cosa, era solo para mantener el equilibrio en el universo, el equilibrio entre lo real y lo irreal.

Zagiel tomó de nuevo mi mano y jaló de ella haciéndome correr primero lejos del colegio y después hasta llegar a mi jardín.

-¿Y la chica en donde se encuentra?- lo interrogue mirando a todos lados en busca de alguna señal de ella.

-Le he borrado la memoria mientras caíamos, será mejor que no recuerde nada de esta tarde y he pedido a un chico un poco aturdido que la llevara a la enfermería- todo esto lo dijo mientras tomaba su túnica negra y la apretaba con algo de rencor, bajó la mirada y una lágrima silenciosa bajó por su mejilla.

-Todo esto no hubiera pasado si te mantenías alejado de esa pobre chica- camine hacía él y lo tomé del hombro.

-Quizá tengas razón, pero mientras tanto tendrás que esperar otros cinco años para intentar llevarme de regreso al lugar donde se supone que pertenezco- levantó la mirada y sonrió.

-Sí, supongo que tendré que esperar… hermano- lo abracé y fue así como nuevos uniformes escolares aparecieron sobre nuestros cuerpos.
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1 comentario:

Gisel dijo...

¡Hola! Suzette, uhh me encanto el relato, quien espararia ese final, no previsto =D!!!. ¡Exitos!
Sigo leyendo, se cuidan, y adiós.