sábado, 4 de junio de 2011

Concurso: Relato 17~Por Snia~

Nombre: Sonia Rodríguez Ruiz
País: España
Blog: http://apuestoportimifantasiaaldespegar.blogspot.com/
Nombre del relato: Que más me da el tiempo… lo importante es que te quiero



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Invisible ante los ojos de la gente y condenada a sufrir la desdicha de haber nacido en aquella otra orilla. Realmente pensaba que aquel era mi destino, coexistir, únicamente, con la soledad y el absoluto silencio, siendo incapaz de conocer la amistad, la felicidad, el amor,... pero ¿quién era yo para osar desear tales privilegios inalcanzables para alguien de mi procedencia? Mi ser estaba destinado a vivir bajo el bello firmamento plagado de brillantes estrellas y los extensos bosques donde la imponente naturaleza gobernaba con firmeza y afecto. Mi propia naturaleza era contradictoria a mis deseos y anhelos, y aquello era algo que no lograba comprender. Un espíritu del bosque como yo, necesitaba recorrer libre, grandes bosques y convivir felizmente con animales, no con humanos como yo ansiaba.

Una oscura noche de invierno mientras miraba fijamente las hermosas estrellas adornando el infinito y oscuro manto que cubría el mundo, escuché un débil llanto procedente de la espesura. Al principio, ignoré el frágil gimoteo pero conforme pasaba el tiempo mi mente no pudo concentrarse en otra cosa que no fuese aquel débil sollozo, por lo que me aventuré en el espeso bosque en busca de aquel desvalido ser. Guiada por el triste llanto, fui recorriendo el bosque apartando pequeñas ramas, que me impedían el camino, mientras la curiosidad hacía huella en mí. Finalmente, tras una gran roca, acurrucado contra un tronco se hallaba un niño humano, su cabeza se escondía entre sus rodillas y éstas eran abrazadas por sus cortos brazos. Me acerqué totalmente sometida bajo el yugo de la curiosidad, pero no con la suficiente cautela ya que aquellos pequeños pero hermosos y brillantes ojos color chocolate se alzaron para contemplarme. Su asustada mirada se fijó en la mía con tanta intensidad que no pude evitar preguntarme si él en realidad podía verme, ver a un simple espíritu del bosque.
Hice ademán de acercármele pero me detuve tan pronto como advertí la desesperada reacción del niño en acurrucarse aún más contra el árbol, estaba tan atemorizado que no osé aproximarme más, mantuve la distancia, me apoyé contra el tronco de un gran roble cercano y esperé.
Él estaba cansado y temeroso de todo aquello cuanto le rodeaba, se sentía amenazado por el bosque, por sus ruidos y sus criaturas pero no debía estarlo, y con mi actitud quería demostrárselo.
Permanecí inmóvil por varias horas hasta que finalmente el niño humano decidió levantarse, y aunque fue de forma vacilante y desconfiada, se acercó a mí, me miró con cautela y me agarró de la mano.
- Me he perdido, ¿podrías ayudarme a encontrar el camino de vuelta?- me pidió sin apartar la vista de mí ni un segundo.
Aquellos ojos me hicieron ver el maravilloso ser con el cual estaba tratando, sincero, bondadoso, inocente,... los ojos son el espejo del alma después de todo. Sin decir una sola palabra lo guié por los ocultos senderos del bosque, mostrándole las maravillas que esconde la naturaleza, sus más bellos secretos, hasta que finalmente llegamos a los límites y tuve que detenerme. Él chico me miró y comprendió que había llegado el momento de separarnos, me soltó la mano y se colocó en frente de mí.
- Gracias- me agradeció regalándome una amplia sonrisa- ¿Puedo saber tu nombre?
Mi nombre... ¿sabría un humano pronunciar mi nombre? Me acerqué, aún cautelosa, a su oído para susurrarle aquello tan insignificante para mí pero tan importante para él, mi lealtad.

Se dice que cuando un espíritu le revela su nombre a un humano éste podrá llamarlo cuando quiera y él deberá acudir, pero supuse que ese niño no lo sabría por lo que mientras veía su pequeña silueta alejándose de allí, presentí que jamás volvería a verle.

Transcurrieron primaveras, veranos, otoños, inviernos, años y años pero no lograba encontrar a nadie que pudiera verme como aquel chiquillo. Los días de espera se hacían largos y mi esperanza era cada vez menor, la insatisfacción me carcomía por dentro. Cuando no conoces algo y lo anhelas con fuerza duele pero puedes seguir viviendo, pero conocer algo que añoras es otro problema. El dolor de saber lo que no tienes, de haberlo perdido alguna vez y no poder recuperarlo duele de una manera atroz. Es una especie de tortura, un mal que te araña el corazón, te vuelve débil y te entristece tanto que te sume en lo más profundo de la oscuridad de donde no podrás salir nunca.

En una soleada tarde de primavera como tantas otras, me encontraba sentada en una de aquellas vigorosas y altas ramas de mi roble preferido, des de allí podía contemplar los diversos colores que adornaban el bosque: las flores, los animales, los insectos, las setas, el lago,... El viento azotaba dulcemente mi rostro transmitiéndome una sensación de libertad que compartía con mi larga melena cobriza danzando en el viento. Todo estaba en calma, el silencio reinaba en aquel lugar y solo el dulce y melodioso piar de los pájaros osaba romperlo de manera grata. 
Entre tanta placidez quise cerrar los ojos y vagar por mis pensamientos y allí fue donde lo escuché por primera vez.

- ¡Ríhada!- alguien gritaba mi nombre pero ¿quién?- ¡Ríhada, sal por favor!
Abrí los ojos y fue como despertar de un intenso sueño, allí seguían las flores, los insectos, el lago,... y solo se escuchaba el piar de los pájaros. Me enderecé y salté de lo alto de la rama hasta caer al suelo y fue, precisamente cuando me puse derecha, que aquella voz volvió a invadir mi cabeza.
- ¡Ríhada, no tengas miedo!- aquella voz no pertenecía a mis sueños sino a la vida real y aunque solo podía escucharla en mi mente sabía que la persona que me llamaba estaba cerca, en aquel mismo bosque- ¡Solo quiero hablar contigo!
No sé como sucedió pero en lo que duró un parpadeó me encontré, inexplicablemente, en la parte sur del bosque frente a un fornido y apuesto joven de cabello castaño y morena tez.
Quise ser prudente ya que aquellos ojos color chocolate se habían abierto de par en par al haberse cruzado con mi mirada, él podía verme y aquello era algo que no sucedía des de hacía más de dos décadas. Mantuve la distancia y lo observé con recelo, él me recordaba a alguien pero no sabía situarlo en ningún lugar de mi memoria.
- No has cambiado nada, sigues igual de hermosa que la última vez que te vi- me confesó tras dar unos pasos hacia mí, cosa que respondí retrocediendo alarmada.
- ¿Cómo sabes mi nombre?- mi voz sonaba firme pero todo mi ser estaba intranquilo, aquel humano me transmitía una sensación de poder extraño- ¿Quién te ha revelado mi nombre?
Él bajó la mirada apenado y esbozó una amarga sonrisa en la cual vi reflejada una gran tristeza y decepción.
- No sabes quien soy, ¿verdad?
Solo una persona podía haberle rebelado mi nombre a aquel extraño, el niño humano de ojos nobles de aquella vez, pero después de tantos años él ya debía de ser un adulto y quizás... ¿él recordaba todavía mi nombre?
- Ojos color chocolate...- susurré para mis adentros en un tono de voz inaudible para cualquier humano- ¿Tú eres aquel muchacho asustadizo de hace tanto tiempo?
Sus ojos se iluminaron rápidamente al saber que lo había reconocido y ,olvidándolo todo, se aproximó rápidamente hacia mí para abrazarme.
Solo necesité un simple salto hacia atrás para alcanzar una de las ramas del árbol y alejarme de él lo suficiente para impedir el contacto. El muchacho era impulsivo y despreocupado pero sus ojos, indudablemente, seguían trasmitiendo aquella nobleza que tiempo atrás me había cautivado.
- Puede que seas mi amo pero no creas que voy a aceptarte tan fácilmente- le espeté al confundido joven que se había detenido en cuanto había visto mi retroceso- ¿Qué te trae por aquí?
- Quería verte.
- ¿Con qué propósito?
- Con ninguno en especial, solo quería verte otra vez.
Lo escruté de arriba a bajo con la mirada, había cambiado muchísimo en veinte años cosa que a mí a penas se me notaba. El tiempo para un espíritu transcurre tan lentamente en comparación a el de los humanos.
Me di media vuelta para que no me viera sonreír y me hice la indignada sentada en aquella rama.
- ¿No crees qué ya es demasiado tarde? Veinte años es mucho tiempo.
- El tiempo suficiente para convertirme en un hombre fuerte y apuesto- aquellas palabras suyas me obligaron a mirarle a la cara, era gracioso- ¿No opinas lo mismo?
- No me gustan los humanos- le espeté molesta apartando mi mirada de aquellos hermosos ojos-. Los humanos son débiles, codiciosos, malvados y sus vidas son demasiado cortas en comparación con las nuestras.
Su sonrisa se ensancho y se sentó bajo la sombra que proyectaba el árbol en el cual yo me encontraba subida.
- ¿Estás enfadada por qué no vine a verte antes?
- ¡Por supuesto que no!- di un saltó y me planté frente a él- ¿Qué te hace pensar eso?
Su rostro quedó a la altura del mío y pude contemplar detalladamente sus delicadas facciones. Aunque era un hombre fuerte y musculoso, su rostro era  hermoso y nada duro, su cabello castaño le caía  sobre la frente pero sin llegar a ocultar esos hermosos ojos que tanto me gustaban.
En un rápido movimiento y aprovechando que yo estaba distraída, me agarró del brazo y me atrajo hacia él. Mi rostro acabó apoyado contra su hombro y mi cuerpo quedó abrazado por sus fuertes brazos, sentía su calor en todo mi cuerpo y era una sensación extraña pero reconfortante para mí.
- Des de que era pequeño he soñado con este momento- me susurró suavemente al oído-, el día en pudiera volver a verte y rodearte con mis brazos.
Aunque pensé en apartarme no pude, mi cuerpo se sentía en sintonía con el de él. Sus fibrosos brazos protegiéndome de cualquier peligro, sus ojos mirándome solo a mí y sus labios besando mi alborotado cabello cobrizo.
No deseaba apartarme de Derek.

Pasaron los días, los meses, los años y Derek siempre volvía para verme. Me sentía feliz cada vez que lo veía atravesar la maleza y me saludaba con aquella amplia sonrisa suya.
Pasábamos tardes estupendas los dos juntos en aquel mágico bosque lleno de preciosos misterios. Las noches mirando las estrellas, era como viajar a través de todo el universo inventando fascinantes historias sobre aquellos astros relucientes que adornaban el firmamento. Todo era perfecto cuando estábamos los dos juntos.

Una de aquellas maravillosas noches, cerca del lago de agua cristalina, cerca de mi roble favorito Derek me miró a los ojos y por primera vez me dijo:
- Quiero pasar mi vida entera junto a ti.
Mis ojos se clavaron en él, y aunque estaba realmente feliz por aquellas palabras no pude sonreír. 
Él se percató de mi repentina tristeza y me abrazó con fuerza.
- Sé que yo no podré estar siempre a tu lado- me confesó amargamente-, porque moriré mucho antes que tú. Pero ante todo quiero se sepas que hasta mi último aliento te amaré y después de muerto te seguiré cuidando des de cualquiera de esas estrellas que nos vigilan- me dijo señalando el brillante manto de estrella que nos cubría-. Porque te quiero y siempre estaré contigo.

Me levanté y silenciosamente me acerqué al lago, miré el infinito cielo y busqué la brillante luna pero no estaba, era noche de luna nueva. Avancé y me interné en aquel agua fría.
- Acércate…- le pedí extendiéndole una mano.
Él, siguiendo mi tenue brillo, se adentró en aquellas aguas oscuras para alcanzar mi mano. Derek no le tenía miedo a la oscuridad cuando estaba conmigo ya que yo era su guía, le conducía por el bosque como una resplandeciente estrella para que jamás volviera a perderse.
- Pareces una luciérnaga- me dijo tras coger mi mano y acariciarme la mejilla-, eres preciosa.
Y ya no pude contenerlas más. Las lágrimas empezaron a emerger de mi brillantes ojos y recorrer aquellas jóvenes mejillas que tardarían años en envejecer. Sus manos se posaron en mis hombros firmemente y su intensa mirada se clavó en la mía confinando una gran tristeza.
- Ríhada, me da igual el tiempo. Me trae sin cuidado si solo puedo estar contigo un año o dos siglos, porque para mí siempre vas a estar aquí dentro- dijo tocando su pecho en donde se hallaba su corazón-. Tú eres lo único que quiero de este mundo, por lo que cuando yo me marche seguiré vigilándolo solo para poder verte y cuidarte.
Mis manos agarraron las de él y nuestros dedos se enlazaron dulcemente. A pesar de que sabía que llegaría el día en que mi corazón sufriría lo impensable, que lloraría lágrimas de sangre pensando en él durante siglos. No podía dejar de amarle. Nuestros labios se fundieron en un apasionado beso que encendió miles de luces en el bosque. Todas aquellas luciérnagas que alertadas por mi intensificado brillo se había aproximado para danzar a nuestro alrededor e iluminar nuestros cuerpos unidos en aquella dulce noche de verano.
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2 comentarios:

Gisel dijo...

¡Hola Sonia! Ya he leido tu relato anteriormente, y solo resta decir que me ha encantado. La profundidad con que has descrito los sentimientos de los protagonistas me ha motivado =), y como dije una anterior vez, no se porque, pero me recuerda al "El viaje de Chihiro" xD jajja, vaya a saber porque, pero me recuerda a esa pelicula que vi cuando era niña.
¡Exitos!
Bueno, se cuidan, y continuo leyendo.
Adiós.

D. C. López dijo...

K bonito!, el peke se enamoró de la preciosa criatura del bosque k lo rescató y años + tarde regresa a buscarla y en sus muchas visitas le acaba confesando k la ama... Aunke él sea humano y envejezca y muera antes k ella, se le declar... K romántico!. Buen relato mi niña, t deseo suerte cielo. Muak!!!