Capitulo 1: Es mas que deliciosa.
La luz se filtraba tenuemente a través de las cortinas azul pálido,
mientras se oía el suave cantar de las aves. La mañana había iniciado.
Pasos sonoros resonaban en el pasillo, que aumentaban
dándose a entender que alguien se acercaba a la habitación. Un golpecito en la
puerta y una cabeza asomada por esta, fue lo siguiente. El joven hombre que no
superaba mas de veinticinco años entro con movientes agiles, llevando con el
una especie de carrito.
-Señorita, despierte por favor.- hablo aquel con su voz aterciopelada pero a la
vez varonil.
La chica que se hallaba en la cama, parpadeo un par de veces
algo ida y confundida. Su cabellera dorada callo de golpe sobre la espalda, en
el momento que se sentó con pereza sobre el colchón. Estiro lo mas que pudo los
brazos y un suspiro se escapo de sus labios. Abrió ambos ojos de par en par y
miro a aquel hombre, su mayordomo, que en ese momento se encontraba sirviendo
el te de manera impecable, manteniendo aquella expresión monótona y neutral.
-El te de hoy, es una mezcla de finas yerbas y un poco de
menta.- le tendió la taza a la joven, la cual la tomo y sin vacilar se la llevo
a los labios, cerrando los ojos y aspirando aquella fragancia tan delicada.
-¿Cuál es el itinerario de hoy?- pregunto la rubia,
regresándole la taza luego de haber terminado. El mayordomo le ayudo a ponerse
en pie, posicionándose luego detrás de ella.
Aquel hombre vestido de un traje tan negro como la noche
y perfectamente pulcro, posiciono su
mano en la nuca de la muchacha para ser mas exactos en la parte izquierda y de un
movimiento recorrió aquella cortina de cabellos a un lado, dejando ver una
marca un tanto extraña… de una estrella dentro de un circulo de púas. Hizo caso
omiso a esa imagen que el ya estaba mas que acostumbrado de ver y continuo
hasta el botón de la prenda de ella, la cual desabotono. Dejándola en paños
menores.
-Hoy tiene clases de piano y violín, en la tarde tiene una
reunión con el Amo Hiug y a demás que en la noche debe asistir a la fiesta de
la Condesa Keig.- recito como si leyera una lista, mientras rápidamente ataba
los listones del corsé de la rubia. Al terminar se dispuso a colocarle el
vestido. Se tomo su tiempo para que esa pieza original y sumamente costosa, no
se arruinara o se arrugara.
-Samuel, quiero que todo este perfecto para cuando llegue el
Sr. Hiug, es un hombre demasiado exigente y no queremos ningún escandalo
innecesario.- ella detestaba los chismes y estar involucrado en uno solo
significaba molestias, a demás que no le molesta mancharse las manos de sangre…
aunque ahora no esta de ánimos.
-Como ordene, señorita Celeste- afirmo solemne. Lo ultimo
fueron los zapatos…ya había terminado de vestir a su ama.
La chica de ojos azules camino por la habitación, sentándose
en el taburete frente a un gran tocador. Se miro al espejo, la viva imagen de
su padre… los mismos ojos, la misma cabellera pero mas frondosa y larga, los
pómulos altos y rosados, una nariz tan fina, y los labios delicados. Toda una
muñeca de porcelana.
Samuel camino y volvió a detenerse justo detrás de ella, con
un peine en mano como si se tratara de algo frágil, cepillo aquella melena
dorada. Hasta que quedo domada. Luego le hizo uno de esos peinados, que solo
ese hombre podía hacer. Prosiguiendo a colocarle los últimos toques de su
vestimenta a su joven ama, una pulsera de diamantes delgada en su brazo
izquierda, un collar con un precioso dije de plata con una estrella muy similar
a la marca de su cuello y como toque final su usual anillo de plata en forma de
rosa… un gran diamante adornado con diminutos diamantes color rosa. El cual
nunca, pero nunca se quita.
Ya estaba lista.
Celeste se levanto y camino en dirección a la puerta, y como
siempre a sus espaldas la seguía muy de cerca Samuel… casi como una sombra. No
era de extrañarse, esa es la tarea de todo mayordomo, atender las necesidades
de su amo y hacerlo feliz, a demás de protegerlo sin importar que o quien.
Casi llegaba a su salón de practica, cuando unos brazos la
envolvieron fuertemente y la alzaron del suelo. La chica suspiro. Conoce esos
brazos mejor que nadie. Como pudo se deshizo de su agarre.
-Caleb cuántas veces te he dicho, que no hagas eso.- murmuro
con voz cansina. Siguiendo con su camino y dejando atrás al muchacho que le
llevaba un par de años mas, y que actuaba como un crio de cinco.
-Primita, eres demasiado aguafiestas.- reprocho el castaño
cruzando los brazos sobre el pecho y haciendo puchero. La siguió casi pisándole
los talones y empujando a Samuel, que para el simplemente es un estorbo- ¡Vamos
a jugar!- grito casi saltando de un lado a otro, como siempre la chica lo
ignoro. Tomo su violín y de un solo movimiento hizo que emitiera un chirriante
sonido, que a cualquier persona le haría sangrar los oídos. Al instante Caleb
se detuvo y la miro con el seño fruncido.
-Si no tienes nada que hacer acá, lárgate.- enfatizo la
ultima palabra y luego miro a Samuel- Por favor, guía a este “invitado“.- casi escupió esa palabra con
repulsión- desaparécelo de mi vista.- se giro y espero a la respuesta de su
mayordomo.
-Si, mi señora.- el
hombre de traje negro llevo su mano al corazón y luego hizo una reverencia. Su
mirada fue hasta el castaño que lo escrutaba y tenia el puño preparado para el
primer movimiento.
-Ven hacia mi, no te
tengo miedo, remedo de pingüino barato.- levanto ambos puños y lo miro retador.
Si no queda ni una duda, Caleb es como un niño pequeño, terco y sumamente
testarudo. El otro hombre sonrió burlón, a veces se le ocurrían unas buenos
insultos precarios. Camino un par de pasos en su dirección, solo un metro los
separaba- ¡Vamos! ¿Qué? Ahora me tienes miedo, que patético eres.- sus alaridos
resonaron en toda la habitación. El chirrido del violín regreso, pero esta vez
el doble.
-Basta. Caleb has lo
que quieras, pero cállate y tu Samuel, prepara mi atuendo para la reunión con
Hiug, es difícil hacer que este imbécil coopere… solo olvídalo.- en ningún
segundo aquella joven giro para mirar a ese par de idiotas, es mas su voz se
mantuvo monótona y firme. Casi como si su voz pudiera quebrar el frio hielo.
-Con certeza.- fue
lo único que obtuvo del monumento de hombre, antes de desaparecer por la puerta
en completo silencio.
-Entonces Celestes…
-Te dije que te
callaras, estoy en mi tiempo de practica. Cuando acabe podrás decir todas las
sandeces que desees, por el momento ni se te ocurra despegar los labios y
siéntate.- su mano señalo un sillón que quedaba casi al otro lado de la
habitación, mas sin embargo, el obedeció.
Celeste Ann Applewhite Lodge, conocida como La Princesa de las Rosas, debido a su difunta madre que era conocida como la Reina de las Rosas., también gracias a su familia que fueron los inventores de una especie desconocida y sumamente hermosa de rosas… que ya luego ella dio a conocer mundialmente. Su padre, también difunto, era el Conde Applewhite, el dueño de los viñedos mas grandes y famosos en Europa. Su familia con un gran historial de tierras e invenciones raras, todas heredadas a ella… la sobreviviente del ataque a la mansión Applewhite, que por ende ahora es renombrada la Condesa de las Rosas.
Una experta en el
piano, una maestra con el violín igual que el violincello. La contrincante mas
dura en esgrima. Modales mas que perfectos, porte inmutable y refinado.
Excelente en negocios, hizo que todo lo que habían dejado sus padres creciera
el doble, en una compañía llamada BlacRose. Sin lugar a dudas, es admirable…
tal vez mas que eso.
Sin embargo, ella no
es… como explicarlo, una señorita vivaz y sociable. Tiende a ser muy cerrada y
no demuestra sus sentimientos en publico, es una fría Princesa del Hielo. Sus
ojos son impenetrables, con solo verlos, sientes como el azul te consume y
luego te hace tiritar. Tal vez, por eso Caleb es como es… el solo desea que
vuelva a ser la chica que era. Pero sabe mas que nadie que eso no sucederá, y
aun así no pierde la esperanza.
Todo su mundo cambio
y ella no puede cambiar el pasado.
Exactamente habían
pasado cuatro horas, dos en donde Caleb se había largado por milagro del
destino y el resto mientras practicaba. La música era una de sus tantas pasiones
y una donde podía pasar años sin darse cuenta que el tiempo había corrido. El
mundo se volvió borroso, solo ella y las perfectas notas musicales.
-Señorita, su baño
esta listo… recuerde que la reunión con el Amo Hiug se hará a la hora del
almuerzo.- ella no supo en que segundo pero Samuel apareció, como siempre
asomando la cabeza por la puerta y luego entrando con tranquilidad.
-Claro.- respondió
ella dejando aquel instrumento con suma delicadeza y luego yendo hacia su mayordomo,
el cual la reverencio y la siguió como de costumbre.
Entro al baño y se
dejo envolver por el calor que emanaba la tina, se sentía reconfortante. Cerro
los ojos unos segundos y luego suspiro.
-¿Qué sucede joven
ama?- pregunto el acercando su mano al cuello de Celeste. Haciendo el mismo
acto, alejando la cabellera de la muchacha, dejando al descubierto los listones
que se desamarrarían con solo un suave tirón y por supuesto el pálido cuello
con la cicatriz.
-Siento que algo
esta tramando ese viejo, no me da muy buena espina su visita repentina.- aclaro
mordiendo su labio.
-¿Tiene miedo?- su
tono fue burlón y hasta algo condescendiente.
-Por supuesto que
no.- rezongo de una, girándose de golpe encarando a su mayordomo. El cual ya la
había desprendido de su amplio vestido y molesto corsé, ahora desabotonaba
botón por botón de la fina ropa interior superior.
-Entonces, por que
las dudas.- se encogió de hombros y dejo que luego la ropa interior inferior
cayera al suelo. Ya su ama estaba completamente desnuda.
-Porque cada vez que
aparece, solo causa problemas en la mansión y nos mete en un lio.- sus dientes
rechinaron, recordando la ultima vez cuando Hiug dio un ultimátum, para luego
aparecer como si nada y trayendo con el problemas de traficantes. Todo lo que
se hace por la familia. A veces los lazos de sangre son una perdición.
Le tendió la mano
para ayudarla a entrar en la elegante bañera. La chica metió lentamente un pie
y luego otro, recostándose en la suavidad del mármol blanco. El agua caliente
le adormilaba la piel y los asentidos, acompañadas con esas suaves fragancias…
cualquiera caería en los brazos de Morfeo. Salvo que el mayordomo en ese momento, se
encontraba lavando cada parte del cuerpo con una esponja a su señora. Froto y enjabono cada parte de toda la
extensión de piel blanca de la rubia.
-Samuel. ¿Crees que
mi alma sabrá deliciosa?- Celeste pregunto de la nada en un tono despreocupado,
tomando un puñado de espuma y luego soplándolo, llenando la habitación de
burbujas. El mayordomo rio y sonrió maquiavélicamente. Esa pregunta sonaba,
interesante.
-Estoy mas que
seguro de eso.- susurro el, a milímetros del oído de ella y luego bajando un
poco mas. Llegando justo a la marca. Tomo toda la cabellera y la llevo a un
lado, decidido a acercarse. La piel tersa de la muchacha se sentía como
terciopelo y el aroma a suaves rosas. Los cabellos como la noche del hombre
rosaban el cuello de la chica y los ojos se mantenían clavados en la estrella
encerrada en púas. La lengua de Samuel recorrió toda la extensión que llevaba
mirando desde hace rato, causando escalofríos en la joven dama- Créeme, es
mucho mas que deliciosa.- termino de aclarar sensualmente, volviendo a su
trabajo.
Bueno, por fin el cap. Tal vez luego de años que se me olvido y estuve mega ocupada. Pero en fin, aqui esta. Espero sus opiniones para saber si les gusta, el cap siguiente lo colgare la proxima semana. Creo que el miercoles o martes. No es que no este listo, es que quiero darle tiempo a este...a ver si alguien lo lee. Okey, que forever alone sone. En fin, yo piro espero les guste. Las quiero mucho mis amores precioses. Nos andamos leyendo. Chaii :3